EL IMPACTO DEL CONSUMO COMPULSIVO EN LA SALUD MENTAL: SÓLO EL 19% DE LOS ESPAÑOLES SE SIENTE FINANCIERAMENTE ESTABLE

Cuando comprar deja de ser una decisión consciente
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Imagen letrero con la palabra ''sale''

El Black Friday y la temporada de compras navideñas suponen un aumento del consumo y de la exposición a estímulos comerciales. Aunque muchas personas lo viven como una oportunidad para aprovechar descuentos o planificar gastos, también puede generar presión y malestar emocional. En un contexto en el que solo el 19 % de los españoles se siente financieramente estable y el 37 % considera el coste de la vida su principal preocupación, es fácil que la inseguridad económica impulse conductas de compra impulsiva como forma de aliviar la ansiedad o el estrés.

Cuando comprar deja de ser una decisión consciente

El consumo compulsivo, u oniomanía es un trastorno del control de los impulsos que se caracteriza por la necesidad de comprar para reducir emociones negativas como la ansiedad o la tristeza. A corto plazo, la compra genera alivio; a medio plazo, malestar y arrepentimiento. Esta conducta, que en muchos casos pasa desapercibida, puede derivar en problemas de autoestima, insomnio o estrés crónico.

El entorno digital ha contribuido a aumentar la frecuencia de estas conductas. Las compras online, los métodos de pago inmediatos y la exposición a publicidad personalizada hacen que comprar sea un acto casi automático. Además, las redes sociales y los contenidos aspiracionales fomentan la comparación con los demás, lo que refuerza la sensación de insatisfacción y la búsqueda de gratificación a través del consumo. Con el tiempo, esta dinámica puede afectar tanto a la salud mental como a la estabilidad económica.

Consecuencias del consumo compulsivo

Los expertos de Cigna Healthcare señalan que este trastorno puede tener efectos emocionales, sociales y profesionales importantes. Entre las consecuencias más comunes destacan:

1. Ciclo emocional agotador. 

La compra proporciona un alivio temporal que pronto da paso a sentimientos de vacío o culpa, generando un círculo difícil de romper y un desgaste emocional constante.

2. Aislamiento social. 

Por vergüenza o miedo al juicio, muchas personas ocultan sus hábitos de compra o evitan situaciones sociales, lo que reduce el apoyo emocional y aumenta la soledad.

3. Baja autoestima y sentimientos de fracaso. 

Tras cada compra impulsiva suele aparecer el arrepentimiento, lo que deteriora la percepción de control y refuerza la necesidad de seguir comprando.

4. Problemas laborales o académicos. 

El estrés financiero, la falta de concentración y la preocupación constante por las deudas pueden afectar al rendimiento y a la productividad.

5. Negación del problema. 

Es habitual minimizar el impacto de la conducta o evitar afrontarla, lo que retrasa la búsqueda de ayuda profesional y agrava las consecuencias a largo plazo.